Los encuentros desordenan o imaginan un nuevo orden posible; de modo que este encuentro, entre Marina, Rosa y Natalia pone a funcionar el tiempo en otra dirección, a partir de un lugar testimoniante: Natalia, la abogada que a razón de su tesis buscaba personas que pudieran atestiguar el tránsito hospítalo-judicial como medida de seguridad curativa, llega a Rosa, la psicóloga psicoanalista y así llegan luego a Marina. Se arma entonces un lugar para la palabra cualificada, las vivencias de Marina, pero también se hablan allí -en tanto que leen- la experiencia de Rosa, las preguntas de Natalia. Un curso para lecturas que accionan, que avanzan en una nueva dirección, hasta la externación de Marina y su actual residencia en una casa de medio camino en la ciudad de Córdoba.