Una nueva droga, el “karmadol”, expedida en las farmacias por burócratas de la salud mental, permite a sus usuarios asomarse a las profundidades abisales de su ultima encarnación, forzando un convivio desquiciante entre un ejecutivo de un laboratorio farmacológico y un cruzado occitano, una veterinaria platense y una cabreriza hija de moros en la España reconquistada del siglo xv, y un escritor de poca monta con un hotelero alejandrino del siglo XIX.