En los poemas de Claudia Ferradas se puede leer algo muy difícil de lograr: la vida bien contada. Una vida bien contada es una que incluye la polifonía que determina el paso del tiempo, la frescura, el amargor, la fascinación y la penuria. El tiempo y la memoria como espacios de construcción, que nada tienen que ver con lo que fueron, o sí. En todo caso se vuelven, en estos poemas, un lugar al que no se va y vuelve de manera gratuita. El costo de la memoria -de la revisitación- genera nuevas heridas, cicatrices que vuelven a sangrar, olores y colores que toman nueva dimensión y se vuelven omnipresentes con la simple misión de asegurarnos que aquello que recordamos existió en ese otro país en el que las cosas se hacen de manera diferente.